En su caso su consciencia está modelada por su mirada. Piensa mirando. A veces se le adivina mirando nada tratando de descifrar lo invisible y otras le sorprendes mirando indiscretamente a alguien sin poder alejar sus ojos, como si estos atraparan algo más que el objeto.

Por eso le encanta la palabra inglesa «gaze» por la intencionalidad que le otorga al hecho de mirar. Contaba hace años que al pintar un árbol no era solo la textura y el color lo que le atraía, ser consciente de su espacio le hace adivinar que hay un «tras el árbol» que también lo es, le constituye, no puedo dibujar un árbol sino sé cuánto ocupa. La separación de nuestros ojos nos permite adivinar esa trascendencia espacial de los objetos, son ontologías, «por eso me cuesta tanto pintar a alguien que he conocido a partir de una foto, de una imagen.

La complejidad de la interpretación de lo invisible, ajena la mayor parte del tiempo de la propia representación, nos descubre su torpeza, y esa es vulnerabilidad del artista, el objeto real de la búsqueda de lo perdido. Somos hermanos menores, mendigando esa parte de verdad que nos ha sido arrebatada. Lo bello y lo verdadero nunca se parecieron tanto.

Trabaja sobre la presencia y rehuye de la representación, en ese espacio transcurre su obra alejada desde hace años de los circuitos artísticos. Sus retratos de finales de los 90 mostraban más de una capa espacial, trabajando con lápices de gran dureza y superponiendo lineas y texturas se aseguraba de que la presencia y la ausencia son las claves del retrato, el rostro de ensanchaba y se afilaba para crear una nube de grises donde a veces lograba emerger un rasgo. Busca lo claro y distinto, desconfía de lo evidente. Esta desconfianza le lleva a una renuncia innegociable un compromiso con la esencia del dibujo: descubrir y aprehender para dejar escapar. Consciente de que nada te pertenece sus retratos nunca le pertenecen, son rastros dejados en un papel fruto del cruce de miradas del artista y del retratado, por eso para él el gran logro de un retrato es la persona que espera paciente y se entrega incondicionalmente desde el otro lado. El otro es el gran tema de su obra.

Su obra más reciente se desarrollan en torno a estructuras invisibles, flujos, transiciones, tejidos, metamorfosis prestando atención a las partículas con el color como sistemas en constante transformación. Son múltiples las influencias en su obra. Leonardo y su capacidad para ver y entenderlo todo a través del dibujo. La presencia de Giacometti en la manera de observar el rostro en sus retratos puede pasar más desapercibida pero el desvanecimiento de la corporeidad en sus últimos dibujos son un motivo clave para entender como todo se deshace para ganar más presencia. El sacrificio de la realidad atomizando las partículas de la visión presente en la obra de Pierre Bonnard, por eso se resiste a domesticar lo que ve, a camino entre la presencia y ausencia trata de descifrar un lenguaje que reconoce y domina.

Le gustaría poseer un lenguaje musical, donde la pulsación de las distintas notas en una cadencia rítmica provoca grandes estructuras sonoras, grandes dominios de la verdad, pero disueltas operan como energía en busca de una voluntad. Ser artista le permite conciliar realidades dispares y yuxtaponerlas para encontrar un sentido.

Ver, leer para estar listo. Somos el sustrato de lo que leemos y olvidamos. Esa es al base de todas las intuiciones y del pensamiento del otro.

Tony Caldwell en el documental The Dawn Wall busca una sintaxis en el muro de El Capitan para trazar la ruta que le lleve a cima. Busco referencias en muros lisos, como quien trata de buscar nuevas rutas descifrando códigos para conectar significados que para otros son invisibles.

Somos material sensible expuesto al sol. Cada referencia es una grieta que me convierte en frágil, y me deja expuesto a nuevas ideas.