Aprovecho la pereza que me da la noche para escribir. Trato de alargar el día y llevarlo más allá, en el momento preciso donde debe empezar otro día. Es así como tropiezo con el sueño y es de este modo como tropiezan unos días con otros y yo sigo durmiendo. Leo detenidamente la misma frase, una y otra vez, tengo frío.
«… veo que le gustan las corrientes de aire, me dijeron»
Más tarde con los días ya pasados con la mirada certera que nos regala la distancia, vuelvo sobre las frases que Gilles Deleuze selecciona para hablarnos de Proust. Nos constituimos en un museo completamente personal: «Me sentía frío delante de las bellezas que me señalaban, y me exhaltaban reminiscencias confusas… y me detenía con éxtasis a oler un viento colado que me pasaba por la puerta. Veo que le gustan las corrientes de aire, me dijeron.
«Y La obra de arte se convierte en un simple eslabón de nuestras asociaciones de ideas».
Tenemos frío y puesto que tenemos frío apuntamos a esa corriente invisible que se desliza entre el marco y al puerta, y no vemos el motivo exacto de que nuestros pies permanezcan fríos.
Así la luz como máscara de los objetos.
Confieso que me fascina el no entender.
«Me detenía cón éxtasis a oler un viento colado que pasaba por la puerta.»