Han passat gairebé 3 anys desde l’estiu a Berlin. Diumenge 18 de juliol. Llegeixo en un migdia calurós «La salvación de lo bello» de Byung-Chul Han. Mentrestant sona rerafons Swetter more bitter de Oscar Jerome. Res es triat al capdavall.
El objeto bello «ni lo urgimos ni los forzamos». En presencia de lo bello como «el concepto y la finalidad plenamente realizados», el sujeto mismo renuncia por completo a su interés por él. Sus ansias se retiran. (…) Dejar de ser es más el desasimiento sereno, sería su postura hacia lo bello. Lo bello es lo único que enseña a demorarse desinteresadamente en algo: «Por eso, la contemplación de lo bello es de tipo liberal, un dejar estar a los objetos como libres e infinitos en sí mismos, sin querer poseerlos ni utilizarlos como útiles para necesidades e intenciones finitas»
Retorno a Rothko, es un pintor que m’impressiona, especialment les darreres obres, aquella cendra lluminosa que ho encen tot, d’una opacitat extranya, en la transició del colors superposats. Hi ha un llibre que entén molt bé el procés de la seva pintura. «Sacrificio y creación en la pintura de Rothko» de Amador Vega Esquerra. Unos párrafos narran el misterio desvelado:
De hecho, ya en 1945 había asumido el reto de seguir dando mayor concreción a sus símbolos de cara a obtener mayor claridad. No hay nada que permita pensar en una actitud repetitiva o acomodada a estadios expresivos estables. Incluso en las series de piezas más semejantes es posible percibir la persistente inquietud que le permitirán continuar con la dinámica de los hallazgos.
I ara el mateix Rothko per parlar de la llum, de la troballa, del miracle:
La herramienta más importante que el artista modula mediante la práctica constante es la fe en su habilidad para producir milagros cuando son necesarios.
Pero pienso yo si hay algo que pueda resolver el sujeto en este reto de obrar el milagro, más bien es gracias a esa transformación del sujeto en objeto, en ese chamán que emerge de la oscuridad como describe a Giacometti Jean Clay en su libro «rostros del arte moderno». Me gustaría tener este ensayo que no he vuelto a leer desde que lo hiciera en la biblioteca de Bellas Artes y que definió mi visión del maestro de la bruma, de la percepción afilada y diminuta como la navaja que empleaba para modelar.
Los cuadros deben ser milagrosos: en el momento en que se concluyen, la intimidad entre la creación y el creador se acaba. Éste se convierte en un extraño. El cuadro tiene que ser para él, como para cualquiera que lo experimente después, una revelación, la resolución inesperada y sin precedentes de una necesidad eternamente familiar»
Otra cosa puede obrar el milagro de lo que está vivo. Alejarte como indica Byung-Chul Han, pero un alejamiento cercano. Dejar de perseguir y paralizar lo que miramos. Lo que miramos requiere toda nuestra atención sin atención, acercarnos con devoción y compasión aceptando su suerte. No juzgar, respirar y alejarse. Juan Uslé lo manifiesta en esta entrevista de un modo maravilloso:
Creo que empiezo estas pinturas buscando el silencio. Y el mecanismo, esta forma de hacerlas, me habla desde la pura necesidad. Siento la necesidad de hacer estas pinturas, como si fuera un ritual, la recitación de una oración: fusionando la calma y la acción, tratando de no pensar, escuchando a mi cuerpo. Hacerlas es como llenar el mundo de silencio, partiendo del vacío, para también significar al menos un espacio suficientemente grande y generoso, elegido para ese propósito. Es como un ejercicio de limpieza, para buscar el vacío, guiado por un punto de referencia biológico. Quizás las hago porque vemos de manera demasiado impura, y a veces somos atormentados por las imágenes. Estamos tan sobrecargados de imágenes que respiramos, vivimos cada vez más dentro de un Times Square neuronal.
«…feel I am ready for my love» acaba Lilac Tree de Nina Simone, es pot definir millor el miracle.